EL ECO DE FÁTIMA. Peregrinación Diocesana a Fátima. 13 al 20 de Septiembre de 2012

“Padre santo, que un día te mostraste

como guía y camino de tu pueblo por el desierto:

ayúdanos  ahora que iniciamos esta peregrinación,

para qué, venciendo cualquier peligro,

lleguemos felizmente a nuestros hogares”.

Empiezo éste artículo citando una de las peticiones que leímos en las preces de la misa del día  antes de iniciarla y pido que se muestre como guía y camino también de ésta mano, que anda falta de ideas e imágenes ante el folio blanco, rematadamente blanco que contemplo, por el que saldré de “picos pardos” sin necesidad de cruzar el Tormes por Salamanca.

“No sabía que caminho tomar
más o vento sopreva forte, varía para un lado,
e seguí o caminho para onde o vento me soprava mas costas”.

Alberto Caeiro.

Y decidí  seguir el  camino del viento favorable escuchando el eco del incienso, el de los labios siseando peticiones, el del perfume de las flores, el del resplandor del manto de la Virgen, -que me cautivó,-  el del himno de antorchas, Vía Crucis  y tantos otros cual caja de resonancia partícipe de una batukada.

Pero los que mencioné quedarían incompletos si olvidara aquellos otros de los monasterios e iglesias, llenos de silencio sus aristas, pero tan habladoras cada esquina de sus paredes seculares.

Se conjugan en éste viaje al llegar a Lisboa, cuna de San Antonio, el eco del misterio del santo lleno de amor al prójimo, con el de Fernando Pessoa, ilustre poeta portugués muerto en 1935 cuando dice: “el único misterio del universo es que exista un misterio del universo”

Se abrazan  religión y poesía y continuamos sintiendo el eco interior después de cada visita. El agobio no deja que salga de las oraciones ante la magnitud del abrazo de la Virgen de Fátima, vivo reflejo de su amor, que nos consuela.

Ante el reto de que hacer con esos ecos y  donde colocarlos, decido abrigarlos en su corazón y que la Señora los proteja con su manto.

José Ortiz Cárceles

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