PEREGRINACIÓN A LA RUTA DE SAN PABLO Y LA PRIMITIVA IGLESIA.

Pilar, una peregrina fija.

Un año más (y pasan de 15), la diócesis de Huesca ha peregrinado.

Lo ha hecho por la ruta de San Pablo y la primitiva iglesia, por tierras de Turquía.

Como siempre, la peregrinación ha sido preparada por la Agencia RT Cultural y dirigida por don José Ignacio Martínez Madrona, Delegado de Peregrinaciones y Turismo Religioso de la Diócesis de Huesca. Todos los años suelen programarse tres rutas diferentes de carácter religioso y cultural. Para este año aún quedan dos más en cartera: una al sur de Italia, a las regiones de Puglia, Basilicata y Campania, y el viaje a la Exposición de las Edades del Hombre, que este año tendrá lugar en la ciudad extremeña de Plasencia.

En la peregrinación que hemos terminado el éxito ha sido total, ¡completo!

El programa, aunque amplísimo, ha sido un acierto. Se pone tanto esfuerzo, mimo y detalle en la preparación, que todas tus expectativas se cumplen, por muy amplias que estas sean. Por tierra, mar y aire ¡excepcional!. El aspecto religioso se ha entrelazado con el cultural y el lúdico en unas jornadas que quedarán guardadas en la memoria como una gran experiencia de vida.

Estos viajes y peregrinaciones nos ayudan a relacionarnos, nos ilustran y nos hacen conocer el mundo, otras gentes.

Desde estas líneas quiero transmitir mi agradecimiento.

Empezamos por la ciudad de Tarso, lugar natal de San Pablo. Bebimos agua del pozo de San Pablo… y no nos pasó nada.

De Capadocia es difícil hablar. Todo lo que se diga es poco. Los distintos valles (Pasabaj, Urgüp, Goreme,…), las ciudades fortaleza de Uchisar y Ortahisar, con miles de chimeneas de las hadas.

Aquí la imaginación ya vuela y sobrevuela. Porque volamos en globo por toda la zona… ¡¡fascinante, inolvidable!! La Unesco declaró al Valle de Goreme Patrimonio de la Humanidad. Allí celebramos la Eucaristía en la iglesia de un antiguo monasterio excavado en la roca. Nada menos que del siglo V.

Los castillos de algodón en Pamukkale, maravilla de la naturaleza. Algunos pudieron bañarse en sus aguas termales que salen a 40º de la tierra. Todo impresionante.

Muy cerquita de allí, Hierápolis y su impresionante necrópolis. El teatro romano, del siglo II y los baños romanos del mismo siglo, y lo que más nos sorprendió: la tumba, recién descubierta, del apóstol Felipe. Fue un buen motivo para rezar un poco en el lugar donde había estado depositado su cuerpo después de que fuera martirizado a pocos metros de allí.

En la visita a Efeso, me faltan palabras para expresarme bien. El recuerdo de Pablo, del apóstol Juan, y de tantos cristianos que vivían en lo que ahora son unas espectaculares ruinas. Y sobre todo la figura de la Virgen María. Allí se la reconoció como Madre de Dios.

La misa en la casa de la virgen María fue muy hermosa.

Esmirna una de las siete iglesias del Apocalipsis, ahí recordamos la figura de San Policarpo. Desde allí volamos a Estambul, llamada antiguamente “Puerto de la felicidad”, ciudad grande y hermosa, llena de luz y color.

Sus mezquitas … No te cansas de mirarlas… Una vez en la vida todos deberíamos visitarlas. Su gran bazar, del que siempre te parece pronto para salir.

En Estambul hicimos durante varias horas un crucero por el Bósforo… Esto que los lectores se lo imaginen.

Después la misa en la iglesia de San Antonio de Padua. Allí estuvo San Juan XXIII antes de ser Papa. En ella rezamos por la paz que el mundo tanto necesita.

Las palabras se quedan pobres para expresar lo que vivimos en estos días. Además de lo cultural y religioso, deseo destacar mucho el aspecto humano de los peregrinos. Una gran familia. Sobresalió Celal, el guia turco que nos acompañó en todo momento. Otro gran acierto de la organización. Exquisito en su trato, brillante sus explicaciones.

Para terminar diré que la labor que se hace desde la Delegación de Peregrinaciones de la Diócesis de Huesca es tan importante que merece la pena que se conozca.

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